Nuestras lecturas

El Halcón Maltés.... donde todo empezó

 Dashiell Hammett, considerado con justicia el padre de la novela policial norteamericana, publicó a comienzos de 1930 su novela El Halcón Maltes. La trama, narrada en un vocabulario ágil y llevadero, pleno de frases cortas y diálogos chispeantes, sirvió para introducir a algunos arquetipos que perduraron en el género: el detective privado, su fiel secretaria, el delincuente sofisticado y elegante, el matón, la mujer fatal.... El protagonista es Sam Spade, un detective privado duro, cínico y de carácter impredecible, que se guía por su propio código de conducta, capaz de lidiar al mismo tiempo con delincuentes, policías y fiscales; y la historia gira en torno a la búsqueda de una valiosa estatuilla del siglo XVI con forma de halcón, un magnífico MacGuffin pintado de negro. Rápidamente la novela se convirtió en Best Seller, y la Warner Bros compró los derechos para llevarla a la pantalla. Así, en 1931 Roy del Ruth filma una primera versión que mantiene el título original aunque también se lo llamó Dangerous Female. En general sigue bastante literalmente la historia, aunque en una forma más cercana al misterio tradicional, y despojándola de sus elementos más duros o violentos, y de fuerza dramática. Spade - interpretado por Ricardo Cortez -, se nos muestra como un elegante galán, que disfruta de una vida disipada y tiene gran éxito con las mujeres. (más parecido al también Hammettiano Nick Charles de William Powell) En 1936 William Dieterle filmó una alocada versión, mucho más libre, titulada Satan Meet a Lady, con Warren William en el rol principal, aunque no como detective, sino como abogado, y Bette Davis como protagonista femenina. Manteniendo un tono ligero, más cercano a la comedia de misterio, el guion altera nombres, situaciones y personajes, alejando bastante esta versión de la novela original. Finalmente, estrenada en octubre de 1941, y dirigida por John Huston, en su debut como realizador, llega The Maltese Falcon una verdadera obra maestra considerada por los especialistas como la iniciadora del Film Noir. Humphrey Bogart, que ya venía teniendo sobrados méritos para merecer un rol protagónico, interpretó a Spade, quedando así para la posteridad como el ícono del detective privado. Excelentes interpretaciones, con un grupo coral de personajes secundarios que, cada uno en su rol, se han convertido también en arquetipos: Mary Astor, Sydney Greenstreet, Peter Lorre, Elisha Cook Jr... Huston trató siempre de hacer corresponder el relato cinematográfico con el original de Hammett, y vaya que lo logró, a tal punto que hoy por hoy, al leer y releer la novela, vemos en nuestra imaginación al film. Tan solo falta algún personaje de la novela, y hay algún cambio cuando se alude al destino de alguno de los personajes. Así, tenemos un guion con diálogos donde no sobra ni falta nada; y donde también la música de fondo, los escenarios, la iluminación y el manejo de cámaras contribuyen a dar fuerza dramática al relato, resaltando, cuando es necesario, cada mirada, cada gesto, cada movimiento de los personajes. Solo está fuera de la novela el magnífico final de tono poético, agregado, según dicen, por el propio Bogart, con esa frase tomada de una tragedia de Shakespeare que, nosotros, también enarbolamos como nuestro leit motiv. 
"The stuff that dreams are made of" 
El material del que están hechos los sueños  
El Pájaro Negro

Maigret y la gente

 Muchos escritores del género, - los mejores – trascienden el mero relato de una investigación detectivesca, y en sus obras podemos encontrar mucho más. 
Algo así pasa en la obra del gran Georges Simenon, cuyo célebre Comisario Maigret, transita las calles de París como un hombre común, y cuyas historias transcurren en esas mismas calles, y entre esa misma gente. Así, el relato policial se convierte, además, en un relato de la vida cotidiana. 
"Era un trozo de calle banal, casi sin transeúntes, dos aceras, unas casas, algunos centenares de personas viviendo en las casas, hombres que salían por la mañana y volvían de noche, mujeres que llevaban la casa, niños que armaban jaleo, viejos que tomaban el fresco en las ventanas o en la puerta de la calle. Había también una gorda de mirada infantil que jugaba a tener una pensión, un viejo que daba lecciones de canto a niñas aspirantes a la Ópera, un estudiante que se moría de hambre y luchaba contra el sueño con la esperanza de poner un día una placa de médico o de dentista en su puerta; una putita perezosa que leía novelas durante todo el día echada en su cama, y una joven mecanógrafa que se hacía traer de noche a casa en taxi; los Lotard con su bebé, los Saft que esperaban uno; el señor Kridelka, con aspecto de traidor de película y que probablemente era el hombre más dulce del mundo. Y había….. Buenas gentes, como decía Mlle Clement. Gentes como hay en todas partes, que debían encontrar cadsa día dinero para comer, y cada mes la cantidad necesaria para pagar su alquiler. Y había vecinos: el hombre que había salido por la mañana con una maleta de viajante, una mujer que sacudía su paño del polvo por la ventana y alguien que se quedaba con la luz encendida, más arriba, hasta muy tarde. ¿Qué se encontraría, si pasasen por la calle un peine espeso? Una mayoría, sin duda, de lo que suele llamarse gentes honradas. Ningún rico. Algunos pobres. Y, probablemente, también algún medio crápula. Pero, ¿y el asesino?[1]  
[1] “Maigret en meublé” 1962, pag 189  

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